Juventudes crean espacios seguros para construirse y a su territorio
La Iniciativa Apícola Regional (IAR),[1] impulsada desde el 2018 por el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) a través de la EIPA[2], en el municipio de José María Morelos, Q. Roo, permitió abrir el espacio para mujeres jóvenes en la actividad apícola. Cerca de la mitad de quienes participaron en la IAR fueron mujeres de entre 16 y 25 años. Dentro del quehacer del trabajo apícola y siendo parte de colectivos en su mayoría mixtos, ellas fueron encontrando espacios para desarrollar habilidades técnicas y la generación de conocimientos que ha fortalecido su persona y su relación con su comunidad y su territorio.
La presencia de las mujeres en una actividad desarrollada principalmente por hombres, generó en ambas poblaciones diferentes desafíos de adaptación y aceptación de la incursión de lo femenino en un campo masculino por concesión.
Es así que en el 2022 y 2023 se fue bordando de manera colectiva, un espacio seguro con y para mujeres jóvenes de siete comunidades: Kankabchen, El Naranjal, Candelaria, Cafetal Grande, Puerto Arturo, José M. Morelos y San Antonio Tuk, donde se fomentaron estrategias de equidad desde la revisión y reflexión crítica de las relaciones de género, y otras condiciones socioculturales, de etnia, económicas, que inciden en el papel y desarrollo de las mujeres en el ámbito rural.
Asimismo, se invitó a participar y compartir a otras personas ajenas a la IAR, lo cual permitió desarrollar conversaciones diversas y nutridas dentro del grupo.
En el mismo año en que inicio el espacio de mujeres, aproximadamente cuatro meses después, los hombres jóvenes incluidos tres promotores apícolas comunitarios y también otros participantes de la IAR, iniciaron un proceso de fortalecimiento y sensibilización que dio pie a la creación de su propio espacio seguro que contribuyera al cuidado personal y colectivo a través del autoconocimiento, autocrítica y la sensibilización sobre la persistencia de mitos, creencias y prejuicios asociados a una concepción tradicional de los roles de género y el mandato hegemónico del ser hombre.
A partir de la segunda etapa, en 2023, ambos espacios desarrollaron sus procesos de manera paralela. Al inicio participaron 25 juventudes de las cuales finalizaron 21 personas entre mujeres y hombres. Los temas sobre los cuales se dialogaron fueron, en el espacio de las mujeres: autoestima, género, derechos humanos, maternidades, relaciones de pareja, bienestar, liderazgo y salud.
Mientras que en el espacio de los hombres se abordaron: masculinidades, manejo de emociones, prevención de las violencias, salud mental, sexual y reproductiva, construcción de paz, prácticas de cuidados, autoconocimiento e identidad; roles de género, adicciones y paternidad.
Sentires dentro del espacio de mujeres
El espacio seguro de mujeres logro que las participantes reflexionen y compartan con otras mujeres sus experiencias de vida, sentires en la cotidianidad y maneras de ver las diferentes realidades. Poniendo en práctica la escucha, la comprensión, el amor, la sororidad, el acogimiento, el cuidado, la confidencialidad y el respeto. Basadas en los valores antes mencionados, las mujeres se crearon una red de apoyo entre todas con la finalidad de saberse sostenidas y acompañadas, ante las diversas realidades que atraviesan; como la discriminación, falta de espacios de reunión, el rol asignado por ser mujer, el tiempo limitado para actividades de autocuidado, las violencias, la dependencia económica, los carentes servicios de salud y educación, y la inseguridad en las calles.
Aprendizajes
El dialogo es fundamental para crear espacios en donde las mujeres puedan transformarse y como consecuencia transformar sus espacios en donde tienen incidencia, es así como durante el caminar de las participantes en el proceso de co-creación de su espacio seguro, reconocieron los derechos que han ganado, pero también los que han perdido y como están presentes en la vida de cada persona. Ahora se cuestionan sobre los roles establecidos en sus diferentes contextos comunitarios, esto provocó concientizar sobre el reconocimiento de su valor como mujeres.
Cuando las mujeres tienen un lugar de encuentro, se conectan y apoyan, se reconocen y se escuchan, descansan de las labores cotidianas para poder ponerse primero y poder reflexionar sobre lo que trae bienestar a sus vidas.
Comprendieron que pueden comenzar a trabajar, poner límites, separarse de parejas violentas, ocupar espacios públicos, fomentar el dialogo, buscar ayuda y escuchar a otras mujeres de su comunidad que han salido de situaciones de violencia similares.
Todas las personas merecen vivir libres de violencias, sin ser discriminadas, señaladas; merecen trabajos dignos donde no se les maltrate y que les permitan pasar tiempo para el descanso.
Para las mujeres vivir con salud significa tener derecho al cuidado y al descanso, a sentirse bien, ser cuidadas, ser queridas, estar tranquilas, que nada les preocupe, a estar rodeadas de un entorno saludable, respirar aire limpio, tener agua limpia. La salud tiene que ver con el cómo viven y cómo se relacionan con su entorno.
Las mujeres tuvieron oportunidad de reflexionar sobre lo que piensan a cerca del liderazgo en sus comunidades. La incidencia de las mujeres en espacios como reuniones ejidales es limitada, ya que en su mayoría se encuentran conformadas por hombres mayores; las opiniones de las mujeres, en estos espacios, son minimizadas y no son tomadas en cuenta.
Ante esta situación, las mujeres participantes reconocen que todas son lideres con sus propias características y que el liderazgo no debe ser ejercicio desde la individualidad, sino desde el bien común. El grupo reconoce que tiene como reto comunicar los derechos al bienestar a otras mujeres y hombres cercanos.
Reflexionando en el espacio de hombres
Por su parte, los hombres jóvenes mediante su proceso de diálogo, dentro de su espacio seguro, reflexionaron y concluyeron, entre otras cosas, que merecen cuidarse y hacerse cargo de ellos mismos.
Asimismo, reconocieron que las emociones existen para sentirlas y que pueden aprender a gestionarlas; también identificaron que hay violencias que no son evidentes y que son igual de importantes.
Que ninguna persona merece ser violentada, que está en su campo de acción dejar de ejercer violencias; que existen muchas posibilidades de vivir la sexualidad con responsabilidad; que no tienen que lidiar con todo en soledad y que pueden aprender a cultivar sus redes de apoyo e informarse.
Conclusión
Los espacios de reflexión y dialogo entre mujeres y hombres, son importantes para construir comunidad; es fundamental, que las juventudes rurales conozcan sus derechos, se mantengan informadas(os), compartan sus sentires en colectividad, prioricen su bienestar e interactúen, que se creen espacios en donde prioricen la equidad, se fomente la paz y se trascienda a estos.
Aún queda una brecha amplia para reducir la desigualdad que se vive en las comunidades entre adultos y jóvenes, entre mujeres y hombres buscando tener una vida libre de violencias. Sin embargo, en cada una y uno de los participantes se ha sembrado la esperanza de que las mujeres y los hombres jóvenes continúen creciendo de manera personal y en lo colectivo, ya que ellas y ellos son el ahora y tienen en sus manos la responsabilidad de propiciar cambios presentes y que permeen a las siguientes generaciones.
Referencias:
[1] Una iniciativa dirigida a mujeres y hombres jóvenes para fortalecer la autonomía económica de este grupo poblacional mediante la apicultura, y con ello un medio de vida que posibilite el arraigo de las juventudes en sus comunidades.
[1] Estrategia de Participación de Mujeres y Juventudes que tiene el objetivo de generar condiciones para que mujeres y juventudes participen en procesos autogestivos que dignifiquen a su persona y formas de vida colectiva.